Karen Estefanía Amaya a sus 28 años trata de rehacer su vida y salir de tanto sufrimiento causado por los reiterados abusos sexuales a los que fue sometida entre los 10 y 13 años por dos primos que vivían frente a su hogar en Calle Larga.
Los vejámenes le dejaron profundas secuelas psicológicas, ha estado internada en varias ocasiones e incluso ha intentado en cuatro ocasiones quitarse la vida, la última vez el año pasado.
Está en tratamiento psiquiátrico y medicada con antidepresivos, ansiolíticos y antipsicóticos y no deja de luchar para intentar salir de ese infierno interior y sanar pero para eso necesita justicia y ha decidido exigirla públicamente.
Karen, acompañada de su hermana Alejandra Amaya, que es su pilar emocional desde que se animó a contar todo hace cuatro años, se acercó a la redacción de Info YA! para hacer conocer su historia y denunciar públicamente que sus violadores siguen haciendo una vida normal, algo que ella tal vez no tenga nunca.
El mayor de los dos primos, Hernán Jorge Figueroa, de 34 años, está en prisión domiciliaria en su casa de Calle Larga a pesar que confesó los abusos sexuales y fue condenado en un juicio abreviado a ocho años de prisión de cumplimiento efectivo por "abuso sexual gravemente ultrajante agravado por el grave daño en la salud mental de la víctima en un número indeterminado de hechos independientes".
Según comprobó la Justicia, y que reconoció Figueroa, abusó de manera habitual de Karen alrededor de dos veces por semana entre el 12 de agosto de 2008 y hasta el 20 de junio de 2010. Estimativamente se establecieron esas fechas pero podría haber sido más tiempo.
Figueroa aprovechó que padece de "pénfigo vulgar", una enfermedad autoinmune de la piel, para solicitar a través de su defensa que lo mantengan en prisión domiciliaria argumentando que no podía ser tratado en la cárcel.
El otro primo acusado, hermano de Hernán, cuya inicial es M.F. (tiene alrededor de 31 años), aún no ha sido llevado a juicio porque su caso es tramitado en la Justicia de Menores debido a que al momento de los abusos era menor de 18 años. Éste sigue libre haciendo una vida normal.
Karen: "Vivir sin tener ganas de vivir"
Karen sufrió en silencio varios años un dolor que le iba corroyendo el interior que para intentar calmarlo la llevó a caer en el alcohol y las drogas, incluso se vestía como varón como mecanismo de defensa, hasta que en agosto de 2020, cuando tenía 25 años, pudo hablarlo con su hermana, inició un tratamiento psicológico y, cuando ya estaba mínimamente preparada, pudo hacer la denuncia en febrero de 2021.
Alejandra contó que Karen casi a los 14 años pudo encontrar la forma de detener los abusos. "Ella dice que para que dejaran de abusarla se juntaba permanentemente a una hermana de mis primos y así no la podían encontrar sola. Ahí pudo defenderse y ellos empezaron a darse cuenta".
Recordó que durante mucho tiempo se lastimó, no podía hablar, pero "ella ha cambiado mucho, se animó a que su gente conozca su historia".
Dijo que "ellos siguen sueltos y haciendo su vida. Para la Justicia vale más la vida de Hernán por su enfermedad que de Karen, nadie le preguntó cómo en su vida, su vida no es normal. Él tendría que estar en la cárcel y el otro anda libre, a veces lo cruzamos, se ríe y provoca. Esta mugre de gente tiene más privilegios que la víctima. Ellos le arruinaron la vida para siempre".
Karen manifestó entre lágrimas que sus primos se aprovecharon de la cercanía familiar para cometer los abusos y "siempre me amenazaron de que si yo hablaba mi papá se iba a morir y que no me iban a creer. Pero cuando me animé a hablar, que fue cuando ya no daba más, mi familia me creyó y estuvieron siempre al lado mío".
Agregó que "para mí la vida no tenía sentido. Quería terminar con todo. Es un infierno, es vivir permanentemente con miedo, con bronca, con angustia, es vivir sin tener ganas de vivir".
Consultada sobre qué espera de la Justicia, respondió que "quisiera verlos en la cárcel, que sufran lo que yo he sufrido, de no vivir tranquila, de vivir siempre con miedo y con desconfianza de todo".
Además consideró que llevarlos a prisión es una forma de prevenir posible nuevos abusos, porque el que está libre "hace una vida normal y puede estar haciendo daño a otros chicos".