Hace 210 años, un 3 de febrero de 1813, se producía la Batalla de San Lorenzo, un hecho clave en la historia por ser la primera en contar con la participación del General José de San Martín y en provocar una vuelta en el tablero de la ocupación española en el continente. Uno de los hechos que marcaron éste día, y que serían de vital importancia para el desarrollo de los hechos siguientes, fue el sacrificio del soldado Juan Bautista Cabral, quien protegió con su vida la integridad del general San Martín.
De Corrientes al igual que San Martín, Cabral era un zambo, descendiente de africanos por parte de su madre (presuntamente angoleña) y de guaraníes por parte de su padre. Según las nóminas del Archivo General de la Nación, Cabral habría embarcado en Corrientes el 3 de noviembre de 1812 para dirigirse a la capital, y ser incorporado al Regimiento de Granaderos el día 12. Allí fue entrenado para su participación última en lo que sería la Batalla de San Lorenzo.
Soldado heroico
Ese 3 de febrero los españoles volvieron a desembarcar para registrar nuevamente el convento. En el camino, fueron emboscados por los granaderos a caballo de San Martín. El General comandó la carga desde el frente, y ésta decisión, aunque honorable, lo llevó a recibir la primera carga de la infantería realista. Un proyectil lo alcanzó él y su caballo, que cayó con sus 450 kilos sobre su pierna, inmovilizando por el resto de la contienda.
Expuesto frente al campo de batalla, estuvo varias veces al borde de la muerte, producto de los ataques de los españoles que, entre los disparos, podían ver que uno de los caídos era el líder de los patriotas. El General apenas pudo esquivar un hachazo arrojado desde el campo de batalla, y desde el piso observó a varios soldados españoles rompiendo las líneas patriotas, para dirigirse con bayoneta en mano a terminar con su vida.
Fue Juan Bautista Cabral quien rápidamente asistió a San Martín, para quitar la atención del enemigo. Lo primero fue quitarle la Charretera, que era la insignia que en el campo de batalla distinguía a los soldados regulares de los generales. Luego, ató las riendas de su caballo al bozal del de San Martín, para con un chicotazo liberar la pierna del General. Fue después de ayudarlo a levantarse y ponerse entre él y el campo de batalla cuando Cabral recibió la herida de bala que, de otra forma, habría ido a parar al cuerpo de San Martín. Instantes después, Cabral recibió una estocada de bayoneta de un soldado español que también intentaba dar muerte al general.
Cabral y San Martín fueron auxiliados en el último momento por otros granaderos que, ante la retirada del enemigo, pudieron acudir a su rescate. Horas después, Cabral moriría en el convento, no sin antes pronunciar sus famosas palabras finales al General San Martín: "¡Muero contento! ¡Hemos batido al enemigo!"