Es un clásico de pago chico. Que no se juega hace 28 años. Y que estuvo a punto de cumplir un nuevo aniversario sin partido: porque hasta el cierre de esta nota tambaleó el encuentro entre San Martín de Burzaco y Brown de Adrogué, por la 12° fecha del torneo Apertura de la Primera B. ¿El motivo? Un enfrentamiento entre barras este mediodía que dejó cuatro heridos y muchas preguntas sobre la imposibilidad de terminar de una buena vez por todas con los violentos del fútbol.
La historia en realidad tuvo un comienzo el viernes. En horas de la noche, la barra de Brown fue hasta el estadio de San Martín con bombas molotov a incendiar el escudo del club que luce en el frente de la cancha. Increíble. Lograron a medias su cometido porque ante el estruendo y el primer fuego, los vecinos alertaron a la policía y se pudo llegar a tiempo. Pero cuando arribaron los efectivos si bien el hecho no terminó de consumarse, los barras del equipo Tricolor ya se habían ido y no hubo detenidos.
A partir de ese momento, la barra de San Martín urdió su venganza. Y este mediodía apareció por Adrogué sabiendo que en los alrededores del estadio se junta la barra rival. Los vieron que estaban haciendo pintadas y ahí comenzó el ataque: de dos autos y una moto se bajaron diez violentos de Burzaco con palos y manoplas y empezaron a golpear a sus rivales dejando cuatro heridos y cuando parecía que el resto de la barra de Brown llegaba en auxilio, uno de los de San Martin sacó un arma de fuego e hizo un disparo al aire y otro al piso para avisar que la cosa iba en serio: si venían todos los del equipo de Adrogué iba a disparar al cuerpo.
Ante semejante situación hubo corridas por toda la zona y varios se refugiaron en el club. Por eso se pensó que también había habido incidentes en la concentración del primer equipo de Brown, lo que fue desmentido por el Aprevide. Para cuando llegó la Policía, los barras de San Martín ya se habían subido a los automóviles y la moto en la que llegaron y otra vez no hubo detenidos.
A partir de ese momento hubo una deliberación para ver qué se hacía: la dirigencia de Brown de Adrogue quería suspender el encuentro pautado para las 17.45 con transmisión televisiva de Directv Sports. Hubo consultas con la AFA y la televisión y se descartó la suspensión. Pero ahí salió otra posibilidad: la de jugarlo a puertas cerradas. La dirigencia del team de Burzaco no quiso saber nada con esta chance y se esperó la definición del organismo de seguridad, que cerca de las 15.30 dio garantías de que el operativo estaba reforzado y que se podría jugar con normalidad. Pero claro que el clima de tensión sigue estando en el ambiente y se verá si eso se traslada a la cancha dentro de un rato.
Lo insólito de toda esta situación es que al comienzo de la historia, las hinchadas y las dirigencias de ambas instituciones tenían una relación de mucha amistad. De hecho cuando en 1974 San Martín de Burzaco se afilió a la AFA, hizo de local durante los dos primeros años en la cancha de Brown. Pero la ruptura se dio en 1980. Ya San Martín tenía su estadio que era pequeño por lo que había un sector que compartían. Y ese día Brown ganó dos a cero y sus hinchas festejaron efusivamente los goles y la victoria. Lo que provocó peleas en la popular y también en la calle. Ahí empezó todo. Lo que se agudizó cuando jugaron la final del torneo para ascender a la C en 1987, que fue para Brown con victoria 4 a 1 de visitante y vuelta olímpica de cara a la hinchada rival, lo que terminó por generar otra pelea de proporciones y la imposibilidad de volver a los tiempos en que se jugaba en paz.
Siempre jugaron en categorías distintas, con Brown asentándose mucho tiempo en la B Nacional hasta su descenso el año pasado. Así se sabía que en este 2025 y después de 28 años iban a volver a enfrentarse. Lo que nadie podía prever era que un clásico que debe ser una fiesta, iba a estar empañado nuevamente por los violentos. Primero se intentó quemar un escudo, después hubo una réplica con agresiones y hasta un arma de fuego.
El Aprevide dio garantías y el partido se juega. Ojalá todo ocurra con normalidad, aunque da la sensación que en el fútbol argentino lo más normal es la locura barrabrava.