Todo en la vida es cuestión de tiempo. Somos finitos e infinitos en cada momento del día.
El tiempo es el requisito indispensable para la siembra y la cosecha. Es el compás armonioso en una partitura musical. Es la cadencia imperceptible del agua en el mar en calma y el rugido furioso durante una tormenta.
El tiempo es "en presente" siempre. Es lo que fue y será lo que vendrá, más sólo tenemos un lapso real y verdadero que es el tiempo que vivimos ahora.
Hay un tiempo de opuestos necesarios, el de la paz y el de la guerra; el de la armonía y la desunión; el de la igualdad y el de la desigualdad; el del amor y también el del odio.
Y es, justamente por el conocimiento del opuesto, que aprendemos a valorar la importancia de los buenos tiempos, la construcción de las historias inolvidables y fundamentalmente la proyección para instantes bendecidos de plenitud.
Hay un tiempo para todo... y ¡es tu tiempo! Se puede compartir, disfrutar, donar, pero no vivir por otros. Aceptarlo es comenzar a valorar el lapso de eternidad que tenemos y honrar nuestro paso en esta fracción "de tiempo" que nos ha tocado transitar.