Hablamos de la felicidad como algo externo a nosotros, como un bien que siempre nos debe dar alguien o algo, sin embargo, olvidamos que anida en nuestro interior y en su simpleza -tal vez- resida el secreto.
La felicidad no es resultado de algunas condiciones. Algunas condiciones son producto de la felicidad.
Para ser felices tenemos que encontrarnos, reconocernos y animarnos a mirarnos al espejo sin mentirnos.
Descreer de aquello que dijeron, que todo debía costar muchísimo porque las cosas importantes no cuestan dinero; importan que las generemos, las pensemos y las compartamos con generosidad a los demás.
Cada una de las condiciones que nos hacen bien son propias del estado que reclamamos. El amor genera amor. La alegría produce alegría. La plenitud provoca serenidad. La violencia más odio.
Ser feliz es animarnos a que nuestra vida recupere sus posibilidades. Es poder aceptar con madurez que nos equivocamos, pedir con valentía perdón. Es tener la sensibilidad para reconocer que necesitamos a alguien y poder decir "te amo" sin vergüenzas.
Tenemos innumerables posibilidades para ser felices y hoy puede ser un gran momento para comenzar a serlo.