Démosle una oportunidad a la alegría, promocionemos su uso y propiciemos su abuso. Volvamos a mirarla de frente y animémonos a descubrir la sonrisa que aparece en el rostro y la luz que se enciende en nuestro corazón.
Honrar la alegría no significa que andemos a las carcajadas por la vida, sino que podamos sorprendernos y reír sin vergüenza cuando nos enfrenta. Le hemos dado demasiado protagonismo a la tristeza y a todos sus opuestos y lo raro se volvió natural, y lo natural extraño.
El mundo se puso del revés y lo aceptamos, pero seguimos buscando ese sonido cantarín que huele a infancia y sabe a dicha.
En el momento en que demos vuelta la página a la realidad que escondió nuestro contento, volveremos a valorar la simpleza de la sonrisa, el sonido de una carcajada de niños, la felicidad que hace brillar los ojos y esa mueca imperceptible que se abre camino para darle una nueva oportunidad a la alegría.