Hay que buscar acciones que nos alienten el alma. Movimientos que construyan el optimismo y que no nos sumerjan en la oscuridad y el descontento. Hay que girar las perillas de la apatía y la desconfianza y volver a escuchar palabras que insten a elevarnos los labios en una sonrisa y propicien la confianza.
Estamos atascados en la letanía de aquellos que le ponen significados a "nuestras" palabras y le quitan nuestra impronta.
Hay que apostar a decir paz en lugar de guerra; hay que buscar el opuesto al olvido que es la memoria, la buena, la que nos recuerda quiénes somos y dónde vamos. Hemos de reubicar las personas para que cada una ocupe el lugar que merecen en nuestra historia personal, en la vida social y en la trascendencia de la humanidad.
Tenemos que volver a mirarnos y elegirnos. Retomar el camino de los sueños con paciencia y con la certeza de ser merecedores de los mejores logros de la vida.
Le hemos puesto significado a las cosas y a las emociones para distinguir unas de otras, por eso las palabras tienen el alma que elegimos para definirnos y nos ayudan a situarnos en el tiempo y el espacio.
Wayne Dyer decía "Cuando tú cambias la forma en que miras las cosas, las cosas que miras: cambian". Intentemos recuperar el poder de la independencia natural que tienen nuestras palabras, para ser dueños del lugar de privilegio que todos tenemos y trascenderlo.