Curiosidades

Emprendimiento: "¿Quién nos va a comprar tortas para perros?"

Conocé la historia de la primera panadería para animales que es human friendly. Rocío Domínguez le insistía a su hija Nicole Verdier a crear este emprendimiento de golosinas saludables para animales.

"Mami, ¿quién nos va a comprar una torta para perros? Los únicos desquiciados que le festejaban el cumple al perrito somos nosotros", le respondía Nicole Verdier (29) a su madre, Rocío Domínguez (60) cada vez que le repetía ‘Nicki, tenemos que hacer esto. Tortas para perros'. Durante tres meses le insistió a su hija, que incluso le pedía que dejara el trabajo que tenía porque iba a necesitarla. Además, siempre habían pensando en emprender algo juntas. A Nicole le daba vergüenza por ese entonces pensar en esta propuesta. "¿Qué voy a decir? ¿Que vendo tortas para perritos? Le dije: no, no, no, no. Y te juro. A ella no le gusta que yo lo diga, pero Chumbis existe gracias a ella", reveló la joven, detrás del mostrador de su local del barrio de Caballito (Franklin al 700, entre Virasoro y Honorio Pueyrredón) con "pastelería" que parece para humanos, pero no. Las tortas y las medialunas esta vez están hechas exclusivamente para ellos.

Antes de la pandemia, madre e hija estaban ocupadas con sus respectivos trabajos. Rocío es psicopedagoga y personal trainer y Nicole, es periodista y trabajaba en una empresa internacional organizadora de eventos donde se sentía muy cómoda y estaba bien paga. Ante los pedidos de la madre recuerda. "Hice la típica que hace un hijo. Le creé el Instagram (@chumbis.ok) como diciendo la dejo tranquila mi mamá con esto y en tres meses se termina. No vamos a ir a ningún lado con esto", contó acerca de su escepticismo inicial. "Y empezamos así. Justo nos agarró la pandemia. Yo me tuve que quedar en mi casa y ella también. Estábamos las dos juntas, encerradas y dijimos ‘¿che, y si le metemos a esto?' Y le metimos. Y ahí explotó como nunca pensábamos que fuera a suceder", contó Nicole.

Infobae visitó el local Chumbis, que se presenta como la primera panadería saludable para animales. Un cartel en el vidrio indica con humor que "está permitido el ingreso de humanos solo bajo el consentimiento de su perri". La tienda tiene productos frescos dentro de una heladera, ya que no tienen conservantes. Abren las puertas a las 13 horas, porque desde las 7 de la mañana están amasando a puerta cerrada.

La gente que pasa por la puerta, con o sin animales se detiene a mirar, sorprendida. Señalan, sonríen. Otros tocan timbre sin su mascota, para retirar una torta de cumpleaños, que se ofrece en combo con una velita, bocaditos, una cookie con el número de cumpleaños, otra con su nombre, un banderín con el nombre y un bonete. Tal vez para un festejo con globos en una plaza con perros amigos o en una casa en familia. A simple vista, por su decoración, parece una torta de verdad con harina y azúcar, pero no lleva nada de eso. Tampoco colorantes. Si algo se ve rosa, es por una tintura de remolacha. Si está coronada por una galleta de chocolate, no es más que algarroba.

Llega un cliente, después otro y más tarde otro. Llevan tortas, galletitas, medialunas. Nada es lo que parece. Todo es saludable y a los perros les encanta a juzgar por la desesperación con la que entran a la tienda. La clientela es muy heterogénea, está conformada por hombres y mujeres de todas las edades. Primero entraron unas chicas rusas del barrio con su perro que tomó agua servida en un tarro. Luego visitaron por primera vez el local una mujer con su hijo quien se haría cargo de la perra durante el fin de semana largo y quería mimarla. Después de un hombre mayor que retiró su pedido por el nombre de su mascota, llegó por su caja un joven con sus brazos completamente tatuados. Solo existe un común denominador entre todos, el inmenso amor por los perros - de raza, no raza, mestizos, paticortos- y ganas de regalarle algo especial.

Cuando entran los perros van directo hacia una parte baja del mostrador y se paran con las dos patas e incluso se suben. Saben que mientras sus tutores le compran algo rico, recibirán bocaditos y mimos de Rocío y Nicole al por mayor. Y claramente, tienen muy buena memoria. En exhibición, como en una panadería para humanos, hay rodajas de budín (de carne, pollo, hígado), albóndigas (de carne y zanahoria); canapés (de seso, zanahoria y queso crema); hamburguesa (de carne, pollo y boniato) y cookies crocantes (carne, batata, pollo), entre una amplia variedad.

Todo es muy natural. Lo podría comer cualquiera, pero no tendría el sabor que esperamos, dijeron las creadoras de Chumbis. Las recetas no contienen sal ni azúcar. Hay personas que los prueban. "La hamburguesa es carne picada especial que la apretamos y la ponemos a cocinar. No tiene cebolla, ni sal. El pan es de boniato. Las tortas, todo lo que parece chocolate es harina de algarroba. Lo que tiene textura como si fuese un helado es una pasta de pechuga de pollo picada y puré de zapallo. La decoración es una cookie de algarroba. Las galletitas son imitación de las surtidas de una marca conocida son de manzana y algarroba, el relleno es queso crema con remolacha".

"Yo siempre le explico a la gente que cuando ve esto y no entiende bien qué es - cuenta Rocío Domínguez-. Yo digo que esto para los perritos es como para nosotros comprarte algo rico en la dietética. Va a ser algo sano, rico, dulce, natural, pero es el snack, no es tu comida central, por más que sea sano y todo eso. No podés comer tres kilos de budín de almendras, de arándanos porque de harina de avena, porque por más que sea sano uno no puede vivir de eso. Esto es lo mismo para los perritos".

Cuentan que cuando se forma fila los sábados, tienen que salir a repartir bocaditos, porque ellos quieren entrar a toda costa. Ni hablar cuando está cerrado y se plantan en la puerta. Rocío y Nicole reciben videos de sus clientes luchando para que sus mascotas continúen el paseo. Algunos se echan en la puerta. Las emprendedoras cuentan anécdotas todo el tiempo. Tienen de sobra. Como los comentarios de vecinos. Les dicen con simpatía "chicas, las odiamos porque por ustedes tuvimos que cambiar el recorrido de paseo". Ya no pueden pasar porque el perro se les queda ahí sentados.

Los inicios con Tadeo

Madre e hija ya tenían experiencia en la elaboración de comida casera para perros. La historia de Chumbis nace en realidad con Tadeo, el perro "de toda la vida", de la familia, que vivió hasta los 15 años y murió de anciano y no por los problemas digestivos que padeció desde cachorro. Rocío y Nicole iban de veterinaria en veterinaria, le cambiaban el alimento balanceado y todo le caía mal. El perro había pasado por internaciones. Pero un día llegaron a una médica veterinaria nutricionista que les recomendó darle comida natural. "La comida natural no es más que darle al animalito una comida adecuada a su especie. No es más que eso. Y bueno, a partir de que empezamos a hacer eso, a Tadeo le cambió la vida un 100%. Fue otro perrito", explicó Nicole. Siguiendo los pasos de la profesional empezaron a cocinarle carne, frutas, verduras.

"Cada perro tiene su necesidad por su edad, por si tiene problemas de calcio. Entonces,Tadeo tenía su nutricionista y de hecho esto fue cuando tenía ocho años que empezamos a investigar sobre este tema y de hecho creo que le salvamos la vida porque murió de viejito".

Todavía vivía Tadeo, cuando Dominique, hermana de Nicole, adoptó a Chumbi, un perro con una triste historia de maltrato y abandono. Al cumplir un año de esa adopción, Rocío y Nicole hicieron su primera torta para perros, dado que Chumbi es un glotón. Con esa afición a la cocina y un amor a los animales "por sobre todo en este planeta", como definió Nicole, madre a hija pensaron que estaría bien concientizar sobre la importancia de dar comida natural a los animales y les quedó esa idea latente, previo a iniciar el emprendimiento familiar. Cuando hicieron esa primera torta a Chumbi, ya habían frecuentado cursos que dictan veterinarios nutricionistas, entusiasmadas tras la consulta a la primera especialista.

Esa primera torta que hicieron para Chumbi, cuyo nombre quedó para el original emprendimiento, era de manzana y zanahoria y fue decorada con galletitas de carne, también hechas por ella. Se la llevaron a la casa de la hermana, acompañadas de su padre y llevaron globos. De repente, se vieron toda la familia abrazando a Chumbi y cantándole Feliz cumpleaños. "Él súper feliz comiendo la torta, saltando. Y se generó un ambiente como mágico. Ese momento fue el que nos marcó el camino", aseguró Nicole.

"Nicki, tenemos que hacer tortas para perros"

A partir de ese momento su madre empezó a insistir... ‘Nicki, hagamos la torta para perros'. Nicole es la tercera de las hermanas y la última que estaba viviendo con sus padres. Apenas había terminado su carrera de periodismo y tenía ganas de emprender, dejar ser empleada.

Durante la pandemia, con esa cuenta de Instagram empezaron a llegar los primeros pedidos. Ellas esperaban vender una torta por semana. "De repente, a las dos semanas, teníamos un pedido por día. Y a las tres semanas, tres por día. Y al mes, cinco diarias", recordó. A las tortas, le fueron sumando cookies. A medida que los pedidos aumentaban, el departamento en el que vivían empezó a llenarse de nuevos artefactos y comida. "De repente en mi habitación dormía con un freezer y un horno eléctrico al lado". También los ambientes se llenaban de huevos, manzanas, zanahorias.

También los clientes, quienes pasaban a retirar los productos o se los enviaban por un servicio de mensajería, se involucraban con las historias que Nicole contaba de sus perros. De la llegada de Chumbi y la adopción de Gaspar, después de la muerte de Tadeo.

"Creamos una pandilla de perritos. Somos una familia enorme", resalta Nicole, que aprovechando su pasión por la escritura, generó lazos que hacen que quien ingrese al local pregunte por los perros. También, les llegan fotos de los clientes peludos después del festejo. Se despliegan en toda una pared de corcho. Las mujeres se saben los nombres y las historias de cada uno de memoria. "Los amamos tanto que para nosotros son parte de nuestras vidas. De repente, nos empiezan a contar que están viejitos, o que les pasa esto o lo otro, que de repente no están y lloramos con la gente. Esto es muy emocionante", confiesa la joven.

"Ella se llamaba Belén. Nos compraba desde que estábamos en mi casa y tenía como 19 años. Vino con ese vestido a la inauguración del local", describe Nicole. "Vino de fiesta", agrega su madre. Por esa perra también derramaron lágrimas cuando murió. Las mujeres recuerdan con emoción cuando una mamá con su hija, que llevaban un pitbull que estaba muy enfermo en un cochecito, fueron a contarle que el perro había fallecido y a agradecerles por haberlos acompañado. Seis meses después, fueron a visitarlas con un cachorro que habían adoptado. Y ellas felices, al ver que le daban la oportunidad a nuevo perro.

El local sobre la calle Franklin abierto al público no era el plan original. A los dos años de gestionar pedidos desde su departamento, pensaron en una cocina a puerta cerrada con un gran espacio y que la gente fuera a retirar. "Cuando lo contamos a través de Instagram nos decían ‘no, tiene que ser un local y que vayamos con los perros'". El espacio lo abrieron en su barrio. Rocío vive por Parque Centenario y Nicole ahora está a tres cuadras en el otro sentido.

Entre el 60 y 70 por ciento de los clientes hacen el pedido y pasan a retirarlo, explicaron. El resto entra al local, elige y se lleva lo que quiere.

Algo para nosotros

Los clientes siguieron pidiendo, esta vez algo para ellos. "‘Algo para nosotros tienen que hacer'. Y nosotras no podíamos más", confiesa Rocío. Justo llegó a sus vidas Federico hace un año y medio, el novio de Nicole, un cocinero y barista profesional. Se lo presentó una amiga de su trabajo anterior. "Tengo un chico para presentarte. Justo es cocinero", le dijo. Resultó ser que también le gustaban mucho los perros, se apasionó por el proyecto, coincidieron en todo. Y hoy es su novio. "Era la pieza que faltaba", agregó Nicole. Pusieron la máquina de café y sirven pastelería "human friendly". Ofrecen combos para perros y humanos, que son una medialuna y un alfajor para cada uno, entre otras cosas ricas que se pueden consumir en la mesa de la calle.

La gente pasa, mira, no lo puede creer y se ríe. Mientras tanto la puerta se abre y se cierra todo el tiempo con clientes con una correa en la mano y una gran sonrisa.