"Compasión" el gesto que le salvó la vida a la víctima del violador de Las Heras
El múltiple violador de Las Heras que burló por años a la justicia mendocina esta entre rejas y se conocieron detalles del calvario de la víctima.
En San Rafael se hizo una fuerte campaña viral de la imagen de Víctor Aníbal Rodríguez tras conocerse que se trataba de un violador que desde noviembre del 2024 se reía de la justicia y de los investigadores mendocinos, peor aún: irrumpió con la integridad de una estudiante los primeros días de abril.
Hubo hasta una fuerte campaña llevada adelante por el colectivo de mujeres "Ni Una Menos San Rafael" que hicieron un video entre varias mujeres alertando y describiendo el caso, ya que se había filtrado una versión de que Rodríguez podría haber escapado hacia el sur. Algo que finalmente se comprobó que no sucedió ya que siempre estuvo en la zona donde se manejaba desde hacía meses.
La novedad tiene que ver con el marco legal que ahora lo ahoga: está detenido e imputado, gracias a la presión mediática y social luego de atacar a una estudiante del profesorado de Historia de El Borbollón. A su historial delictivo desde los años 90 se le sumó: rapto en concurso real con abuso sexual con acceso carnal agravado por el uso de armas, y abuso sexual con acceso carnal agravado por la guarda y la convivencia preexistente con menores de 18 años en forma reiterada, por el caso de sus sobrinas de 6 y 7 años y por abuso sexual simple en grado de tentativa, por la otra sobrina de 12 años.
La historia contada en primera persona:
"Traté de que tuviera compasión" fue parte de lo que contó la estudiante secuestrada por este depredador sexual de 50 años. La víctima pasó 7 horas en la casa de su agresor, a pesar del miedo, el dolor y la desesperación activó a modo de supervivencia la estrategia de generar un vínculo para que la liberara.
La pesadilla comenzó para la joven de 20 años cuando regresaba de la facultad, y en la calle, Rodríguez le habló pidiéndole ayuda para levantar una caja. "Después de ayudarlo me di cuenta de que estaba atrás mío. Me agarró, me metió y cerró la puerta". Desde ese momento dijo que intentó defenderse, que lo rasguñó y hasta le arrancó pelos, pero él la agarró del cuello y la inmovilizó: "No pude hacer nada" sollozó.
Dentro de la vivienda siguió el forcejeo y su lucha por salir de allí, pero él tenía un cuchillo y le dijo que la iba a matar: "Me tuve que calmar", recordó ella, y pensó en qué podía hacer para escapar de allí.
Mientras, Aníbal Rodríguez le puso pegamento en los ojos y le dijo que solo se salía con acetona, pero ella hizo fuerza para abrir sus párpados y tener algo de visión. A pesar del horror, sus ganas de vivir la ayudaron para pensar cómo hacer con el agresor sexual para que "le tuviera compasión" y la liberara.
Para eso entabló mucho diálogo con él. Le preguntó por su familia, y con la charla que logró tener notó que era un tipo solitario, sin familia.
Para generarle más confianza, ella le inventó historias sobre su vida. Quería que la viera como una persona que no le haría daño, "quería que sintiera lástima por mí" contó.
Cuando la llevó al comedor de la casa, el hombre prendió la televisión. Astuta, ella le dijo que quería ver una novela y que necesitaba que le sacara el pegamento de los ojos. Con un tono más amable, el agresor le contestó que sí lo hacía le iba a doler, y que solo se sacaba con acetona. En ese momento ella le hizo un chiste: "Le dije que si se me caían las pestañas me iba a morir".
Siguieron por varias horas en el comedor con la televisión encendida y él le dio de comer morcilla fría con pan y jugo. "Yo sabía que estaba saliendo bien lo que estaba haciendo, que le generaba confianza", relató.
El tiempo pasaba y en un momento sentía que no iba a salir de allí. Para seguir con su plan, le contó que era profesora de Letras y que daba clases en la universidad, y que si ella no iba se iban a preocupar todos y no quería que eso lo perjudicara a él. Además, intentó presionarlo al decirle que su madre seguramente ya había empezado su búsqueda.
Ante su insistencia con que la buscarían y que debía liberarla, relató que su secuestrador se había puesto nervioso, lo veía asustado, y hasta algo arrepentido por todo lo que había hecho: "Creo que se sentía así porque lo traté muy bien".
Eran las 17.40, y el hombre señaló que faltaba poco para que anocheciera y la dejaría salir. Esto le daba algo de tranquilidad en el infierno que vivía, pero no quería echar a perder todo lo que había logrado, ya que le había hecho creer a su agresor sexual que ella estaba bien allí.
Alrededor de las 20.30, cuando el chacal confirmó que no había ningún vecino más, la sacó por la puerta de adelante, pero la llevó hacia el descampado de atrás. El miedo de la víctima a que la matara nunca se había ido, pero al ver que antes de salir solo agarró una campera y cigarrillos, pero ningún arma, le dio algo de tranquilidad.
No sabía hacia dónde la llevaba, hasta que tomaron una huella desde donde ella pudo ver a lo lejos la cancha de fútbol del barrio y una de las calles principales. La acompañó hasta un punto donde la dejó, y el agresor regresó hacia su casa. Ella corrió al ver que se acercaba el micro 665, al que se subió y le pidió al chofer que la llevara hasta donde estaba la Policía, pero este la acercó hasta donde estaban sus padres.
Luego de abrazarse con ellos tras siete horas de vivir lo que nunca pensó que le podía llegar a pasar, contó todo sobre el hombre que la convirtió en víctima de secuestro y abuso sexual.